lunes, 20 de abril de 2009

La plenitud de uno mismo (1)

Cuando queremos paz normalmente pensamos en ir a algún lugar apacible y en silencio, algún paraje agradable, algún retiro, el campo, la playa, la montaña, etc. Una vez que nos encontramos allí respiramos hondo y creemos que hemos logrado la anhelada paz. Por cierto esos bellos lugares emanan tranquilidad y quietud, pero ¿logran darnos la paz duradera y definitiva a nuestro interior?. De hecho nos sentimos tranquilos, relajados y experimentamos una paz momentánea. Pero ¿qué pasa cuando volvemos a la vida cotidiana? caemos en el stress, las angutias, las pre-ocupaciones y todo lo que logramos en ese lapso, cuando creímos conseguir la paz, la perdemos. Entonces miramos esos recuerdos, ya sea en alguna foto o en nuestra memoria, suspirando porque esa paz y tranquilidad se fueron con esos momentos.
Podríamos pensar entonces que este estado es cosa de instantes fugaces y, por lo tanto, no duradero, tal como lo he escuchado acerca del sentimiento de felicidad. O sea lo que tanto deseamos dura muy poco y ¿por qué?. Sencillamente porque lo que creemos entender por paz se resume en ir a un lugar apacible donde no estamos inmersos en la rutina del día a día con sus exigencias estresantes. En otras palabras lo que tanto deseamos lo buscamos fuera de nosotros.

La paz existe y no hay que buscarla en otros lugares, sino dentro de nosotros mismos. Esto implica echar una miradita a nuestro interior de la forma más simple y clara. No necesitamos ni un guía ni un instructivo para hacerlo, sólo basta con respirar hondo y pausado, poner atención a nuestra respiración (se puede cerrar los ojos si se desea para facilitar la concentración), dejando que los pensamientos fluyan sin enjuciarlos, mirarlos y dejarlos pasar. Una vez logrado esto podemos ahondar un poco más y visualizar una luz blanca que nos cubra, siguiendo con nuestro ritmo de respiración (cada cual tiene su propio ritmo), dejando pasar los pensamientos que vengan, concentrándonos en esa luz blanca y hermosa, sintiendo calma y placidez. Unos pocos minutos de esta pausa al día son suficientes, hasta crear el hábito de conectarnos con nosotros mismos. No es necesario pués, ir a algún lugar como los mencionados antes; podemos realizar este ejercicio en cualquier lugar y momento.

Cada vez que estemos frente a una situación compleja o tengamos un problema o nos angustiemos por algo, podemos tomarnos un momento y escuchar nuestra respiración de manera tal que logremos de a poco conectarnos con nuesta esencia, nuestra verdadera esencia. Veremos que ese estado de conexión hará que mágicamente nos sintamos mejor, que vivamos el regocijo de la verdadera paz. Les aseguro que su visión del mundo cambiará, ya que sentirán que están calmos y pacientes. Con esto los problemas serán atacados o resueltos desde una perspectiva distinta, dado que no nos pre-ocuparemos sino que nos ocuparemos de las situaciones.

Entonces encontrar la plenitud de uno mismo está al alcance de todos, volver nuestra mirada a nuestra esencia interior y vivirla es una experiencia que no cuesta nada vivirla y el resultado de ello puede ser un elemento tranformador de nuestras vidas...

Luz y armonía

Saludos